“Cuando Andy tenía nueve años participó en una competencia con niños sin discapacidades. Él era el único con síndrome de Down. Se tiró en un 50 de mariposa, y clasificó para finales. Cuando salió, se vio escrito en la pantalla. Yo no lo había visto, y venía corriendo y me miró y me dice: ‘Mami yo lo hice. ¡Lo hice!’” contó su madre mientras miraba sus medallas en la pared de su hogar.
Ana María creyó que, a los 44 años, ya pasaba por la menopausia y nunca imaginó estar embarazada. Vivió su embarazo mes a mes, porque fuese lo que fuese de todas maneras lo iba a tener. Desde que nació Andy, su hijo con síndrome de Down, la cubana que vive en Miami notó que el chico luchaba mucho con el control muscular. Ella pensó que la piscina sería un gran ambiente para fortalecer su cuerpo, y aunque los médicos le decían que era riesgoso, lo inscribió en un programa de natación a los nueve meses.
“Mi marido fue nadador, mis hijos fueron nadadores. El sentido común me decía: ‘si es flojo arriba, el agua lo va a ayudar.’ Gracias a la natación y a ese programa en especial, a los 14 meses caminaba.”
La primera vez que Andy compitió tenía seis años. Era navidad. Nadó con niños que no padecían de ninguna condición como la de él y les ganó a todos. “Yo veía a mi ratoncito flaquito, chiquito y los otros más grandes, pero parecía un pescadito en el agua,” su mamá comentó mientras enseñaba la foto del periódico que tiene enmarcada también en la pared de su residencia.
Recordaba entre risas que, en los inicios de las clases de natación de su “pequeño”, encontró una manera de explicarle cómo debía pasarle en velocidad a su contendiente. “Ándale con el corazón, sabes papo. Tú te tiras, donde te pongan, sigues y haces lo mismo que hace el de adelante, y si ves que le estás tocando lo pies, pásalo, verás que te empiezan a respetar.”
La carrera de natación de Andy lo ha llevado a olimpiadas especiales y competencias en todo el mundo. En los últimos años, pasó a la natación en aguas abiertas, convirtiéndose en uno de los pocos atletas con síndrome de Down en participar. Su nombre aparece en los registros deportivos más importantes del Down Syndrome International Swimming Organization, y en el Campeonato Mundial de Natación de Irlanda del año 2006, donde conquistó seis medallas de oro y estableció cuatro récords mundiales.
“Lo más importante para mí son los entrenamientos, de eso depende triunfar en la competencia,” comentó Andy.
Ana María, su esposo y sus cuatro hijos han visto cómo Andy viaja el mundo entero, triunfando en campeonatos que nunca imaginaron. “Qué iba a imaginar yo esto, si se suponía que estuviera sentado, que no hablara, quién se iba a imaginar que semejante cosa me iba a pasar, ni soñarlo,” expresó su madre con emoción.
Hoy Andy ya tiene 35 años y todavía despierta a su madre con un beso. “Ellos tienen esa parte de la niñez que nunca se va. Algo que nunca pierden. Y una mami no quiere que nunca se pierda eso, por eso pienso que es un regalo,” explicó Ana María.
Uno de los propósitos de Andy ahora es casarse con su novia venezolana, Carolina, que también tiene síndrome de Down. Dice él que quiere vivir en la misma casa de su mamá, quien ya se la está acondicionando para que puedan desenvolverse con facilidad. “Yo quiero que Andy tenga su vida propia. Tienen que aprender algunas cosas, como tomar decisiones ellos solos, como defenderse los dos juntos y verlos si Dios me da la salud,” contó su madre.
Con casi 80 años, Ana María sigue luchando con la mayor motivación, que es Andy y sus otros hijos. “Sí yo lloré, no solo el primer día, sino muchos otros. Pero con el tiempo me di cuenta que estaba bendecida en una forma que no me lo hubiera imaginado nunca.”
Ana María encontró en la natación una puerta de entrada para que su hijo fuese diferente a los demás. Ella contó que su esfuerzo como madre fue el de siempre darle a Andy “todo el estímulo que podía encontrar tratando de averiguar dónde fueran las posibilidades mayores tanto educativas como en el deporte.”
“El sueña con enseñar a niños especiales — puede hacerlo. Los niños lo admiran, los que nadan con él lo respetan. Ya hace varios trabajos de liderazgo en el grupo de nadadores,” explicó Ana María. Esta madre agregó que aquello que más admira de Andy es “su tenacidad, su amor a todo, su aceptación. Para él nadie es malo, todo el mundo es bueno. Como quiere a su familia, sus hermanos, sus amigos, como da de sí mismo en todo lo que puede.”
Ana María está convencida de que la “misión de Andy en este mundo” es dedicar sus esfuerzos a abrir caminos, demostrarle a las personas que sí se puede. Eso lo está haciendo ahora, enseñando a cada ser humano que ellos merecen una entrada a todos los espacios, que todos no son iguales y que los acepten así, como son.