En un día con poco tráfico, las 157 millas que separan a Miami de Fort Myers se pueden recorrer en dos horas y treinta minutos. Quienes conocen el camino recomiendan encender las luces, aprovisionarse de combustible, y llenarse de paciencia en un trayecto que puede resultar monótono para quienes rara vez lo transitan.
También, aconsejan prestar atención a los reptiles que ocasionalmente cruzan la autopista 75 entre nubarrones de mosquitos. Y no es para menos. Entre las dos ciudades están Los Everglades, un inhóspito ecosistema de manglares y pantanos.
Ricardo Vergara, conocido como Axel, es un estilista que tiene muy clara esta ruta. Desde hace 6 meses la recorre 3 veces por semana para atender una nutrida clientela que empezó a cultivar en 1999, cuando llegó a Estados Unidos de su natal Panamá.
“A veces como que termino cansado… de manejar…” reflexiona Axel mientras toma una bocanada de aire. “Pero lo veo como que trabajo 3 días y tengo 4 días libres”.
Y esa era la intención. Luego de 11 años de trabajo en un local de su propiedad en Normandy Isle, Axel decidió venderlo para darle forma a una idea que le rondaba la cabeza desde hace años: salir de Miami.
Con el cambio buscaba una vida más tranquila junto a su hijo, dejando atrás las extenuantes jornadas, y los crecientes conflictos con el personal. Y lo más importante, Axel quería dejar de pagar renta y convertirse en dueño de su propio hogar.
“Yo le dije a mi hijo, así sea un trailer, pero no voy a pagar más renta. Me compro un terreno en medio de la nada y me voy”, dice Axel entre risas como quien confiesa una travesura.
A pesar de su determinación, el proceso no resultó sencillo.
Su búsqueda por volverse propietario empezó justo después de la pandemia. Era la época de las subastas, de los neoyorquinos con cash, de las propiedades que se vendían a escasas horas de ser publicadas.
“Yo empecé a buscar en el East Cost, pero no encontraba nada…Perdí siete ofertas..yo le ponía hasta $20,000 más a cada ofertas, y las perdía. Esta fue la única que me aceptaron,” recuerda Axel, mientras señala con el dedo índice el suelo de su nueva casa en Fort Myers, la primera de su propiedad desde que llegó a Estados Unidos.
El de Axel no es un caso aislado: en los últimos dos años muchos residentes de Miami han decidido salir de ciudad en busca de viviendas a precios más razonables.
“Lamentablemente, somos la ciudad menos asequible del país en lo que respecta a la vivienda”, dijo al ser indagado sobre la situación Mario Artecona, CEO de Hábitat por la Humanidad sede Miami. “Ahora bien, eso no quiere decir que tengamos las viviendas más caras, sino que la brecha entre salarios y el costo de la vivienda es el más alto del país”.
Este fenómeno, añade Artecona, es más tangible en comunidades de mayoría afroamericana o hispana, donde poblaciones enteras han tenido que reubicarse.
“Si usted toma el caso de Wynwood, hace 20 años era un barrio predominantemente puertoriqueño de clase media y baja”, dice con un tono que mezcla la indignación y la ironía. “Nadie de esa comunidad o en ese rango económico puede vivir allá ahora”. Según él, algo similar sucede en Overtown y Liberty City.
La Subdirectora de la organización Miami Homes For All, Audrey Aradanas, coincide en señalar que esta brecha es un limitante para la movilidad social: “un propietario debería poder ganar… alrededor de $95,000 al año… en la ciudad de Miami para poder comprar una casa”.
Actualmente, de acuerdo con la empresa de capital humano Ziprecruiter, el salario anual promedio en Miami es $53, 662.
Hasta el momento, las soluciones para contener esta situación no han dado los resultados esperados.
Por ejemplo, en South Beach, lugar donde trabaja Axel, se inició un sistema de lotería para que personas con el deseo de acceder a una vivienda pudieran postularse.
“Dado que esta ayuda está financiada por el gobierno federal, tenemos que permitir que cualquier persona en el país participe en la lotería”, argumenta Gayle Durham, miembro del colectivo Miami Beach United. “Si tu vives en California, si vives en la ciudad de Nueva York, puedes participar.. y si ganas… obtendrás una vivienda”.
“La gente en el barrio quiere personas mayores porque son tranquilas, no hacen ningún ruido”, añade Durham. (entonces).. “cada maldita unidad de vivienda asequible ha sido para personas mayores”.
Más allá del impacto a ciertos segmentos de la sociedad, este fenómeno tiene ramificaciones sobre toda la economía, e incluso empieza a consolidarse como un efecto dominó sobre el resto de la región.
“Si su empleado no puede permitirse vivir allí, se va a ir”, dice Mario Artecona mientras habla sobre las dificultades que tienen varios negocios al momento de reclutar. “Parte de la inflación es el aumento de los costos de la vivienda”.
“Está pasando lo mismo que en Miami. Estamos llegando de allá, invadiendo acá, y esta gente que es very low income se están mudando para los campos.. Si tu a ellos les ofreces 150, 200.. Se compran un trailer y se van más adentro”, explica Axel.
En medio de un panorama poco alentador, para Axel no es tiempo de mirar atrás. A pesar de las 157 millas, de la gasolina, del cansancio, él dice con vehemencia sobre su decisión: “No me arrepiento.. estoy feliz”.
Ahora que tiene 4 días libres a la semana, Alex está empeñado en seguir cultivando una nueva pasión: el mercado de bienes raíces. A principios de este año sacó su licencia y ahora espera acompañar a otras personas en un trayecto que él ya recorrió, el camino a ser propietario.