El campus de la Universidad Estatal de Florida aún intenta recuperarse del tiroteo ocurrido el pasado jueves al mediodía, cuando un hombre armado abrió fuego cerca de la zona conocida como Legacy Walk. El ataque dejó un saldo de dos personas fallecidas y seis heridos. Las víctimas mortales fueron identificadas como Robert Morales, un empleado de FSU y entrenador de fútbol de escuela secundaria, y Tiru Chabba, 45, padre casado de dos hijos de Carolina del Sur, que estaba en FSU en una visita relacionada con el trabajo.
Uno de los testimonios más conmovedores es el de Madison Askins, una estudiante graduada de 23 años que fue alcanzada por una bala mientras caminaba con una amiga hacia el Student Union. Askins relató desde su cama en el hospital que logró sobrevivir fingiendo estar muerta.
“Cerré los ojos, solté todos los músculos de mi cuerpo y respiré lo mínimo posible”, dijo Askins. “Mis padres son marines retirados y siempre me enseñaron cómo actuar en una situación así”.
Tras el ataque, la universidad implementó medidas académicas especiales para ofrecer flexibilidad a los estudiantes. Entre las opciones están aceptar la nota actual como final, tomar los exámenes de forma virtual o posponerlos para el verano. A pesar de la reapertura del campus, muchos salones permanecen vacíos y varios profesores han decidido cancelar actividades presenciales mientras la comunidad procesa el trauma.
A lo largo del campus, se han colocado flores, velas y mensajes de apoyo en memoria de las víctimas. La comunidad universitaria continúa unida bajo el lema “FSU Strong”, mientras autoridades y estudiantes insisten en la necesidad de crear espacios seguros en todos los centros educativos del país. Historias como la de Askins reflejan la preparación, el miedo y la resiliencia con la que muchos jóvenes enfrentan una realidad que jamás debería ser normal.