“Mi papá y mi mamá empezaron a discutir, pero ya para ese tiempo discutían tanto que no le puse mente, yo solo pensaba: están discutiendo otra vez”. Vilet Torrez, la mayor de tres hermanos, vio el carro de su papá alejarse mientras su mamá, Vilet Patricia Torrez, lloraba ese 31 de marzo del 2012 en Miami. Esta fue la última vez que ella y sus hermanos contemplaron a su mamá con vida.
Las historias de violencia doméstica, donde los hijos son testigos del abuso se siguen repitiendo. Según la Unicef, “las mujeres y los niños corren grandes peligros precisamente allí donde deberían estar más seguros: en sus familias. El hogar es un sitio donde impera un régimen de terror y violencia instaurado por alguien de quien deberían poder fiarse.”
Cada año un estimado de entre 7 millones y 14 millones de niños son expuestos a violencia contra su madre o la mujer que los cuida, indicó un reporte sobre el efecto de la violencia doméstica en los niños realizado por la Corte de la Florida en el 2008. De igual forma concluye que el 60% de los niños analizados a través de bases de datos y estadísticas nacionales estuvieron expuestos a violencia directa o indirecta. Para el condado Miami-Dade, con más de dos millones y medio de habitantes, este flagelo no es ajeno. El Equipo de Revisión de Fatalidad por Violencia Doméstica del Condado reveló que, de 2010 hasta julio 2018, se han reportado 782 muertes en incidentes de violencia doméstica y 1,029 muertes en casos relacionados a abuso intrafamiliar.
Un niño que está viviendo en un hogar donde hay violencia doméstica podría sufrir las mismas consecuencias que si lo enviará a la guerra, según Karina Villalba, psicólogo que trabaja en la Universidad Internacional de la Florida. “Los niños que presencian fuertes episodios o que han perdido a uno de sus padres a causa de la violencia intrafamiliar, podrían experimentar en su vida el mismo efecto que tiene un soldado después de que regresa de la guerra, teniendo en cuenta que un soldado no tiene una relación afectiva en el campo de batalla como la tiene un niño con sus padres”, dijo.
De igual forma el estudio,“Repercusión psicopatológicas de la violencia doméstica en la mujer en función de las circunstancias del maltrato”, el cual sacó una muestra de 212 víctimas, dejó ver que la gravedad psicopatológica (estrés post traumático y malestar emocional) estaba relacionada con diferentes circunstancias de maltrato: la situación de la mujer en relación con la convivencia con el maltratador, la cercanía de la violencia en tiempo así como los episodios de maltrato en la infancia entre otros.
En guerra bajo el mismo techo
“No supe nunca que le pegaba. Mi papá le hablaba muy fuerte a mi mamá, pero yo creía que eso era normal que eso pasaba en todas las familias. Discutían siempre en español para que mis hermanos y yo no entendiéramos y cuando subían al segundo piso de la casa ahí creo que le pegaba y la ahorcaba. Antes de que mi mamá desapareciera, sólo me dijo una vez que mi papá le pegaba”, dice Vilet Torrez, de 19 años y de origen nicaragüense a quien la violencia doméstica le cambió la vida.
“Mi papá era muy alegre, muy vivo, siempre nos hacía reír y nos llevaba al parque o a comer”, recuerda Vilet Torrez. Eso precisamente fue lo que hicieron ese 30 de marzo del 2012. Cid Torrez los recogió a ella de 12 años y a sus dos hermanos de cinco y siete años y los llevó a dar un paseo en tren, a ver una película y al final de la tarde fueron a comer.
Los planes eran pasar el fin de semana con su papá, pero esa noche Cid Torrez les dijo a sus hijos que no tenía reservación en un hotel por lo que se regresaron a la casa de Vilet Patricia Torrez. Llegaron a su casa, y su mamá no se encontraba en la propiedad,“su papá se pone a doblar una ropa y ella y sus dos hermanos se acuestan a dormir en la cama de sus padres”.
Torrez no recuerda muy bien la hora, cree que era pasada la medianoche cuando se despertó al escuchar un ruido que, según ella, era como “el llanto de un perro”. Se levantó, caminó y se quedó en el medio de las escaleras, ya no solo escuchaba ese confuso ruido sino también a su papá llorando y diciendo “te levantas”, “te levantas, el llanto de perro y el de mi papá” todo al mismo tiempo.
Recuerdos de una infancia arruinada
“La pistola que mi papá tenía en la casa no era de protección, era de amenaza. Mi mamá les decía a las vecinas: a mí lo que me da miedo es que venga un día borracho y de la borrachera me mate a mí y a mi hija”, comenta Sugey Milena, quien vive en Estados Unidos y todavía está afectada por lo que le sucedió hace 20 años en su natal Colombia.
“A mis padres les gustaba mucho las fiestas. Al principio todo era risas y alegría, pero después de unos cuantos tragos era como si un veneno saliera de él, se ponía muy celoso y nos teníamos que despedir e irnos. Yo me empezaba a poner nerviosa y las manos me sudaban. Ya casi al final yo veía como mi papá levantaba la mano y le daba golpes a mi mamá. Me la empujaba y ella se caía al piso, se le partían los tacones, lloraba y se ponía triste. Yo sólo pensaba ay no, yo no quiero ver a mi mamá así”, recuerda Milena.
Para la psicóloga de FIU, Villalba “cuando en una casa hay abuso por parte de uno de los padres, los hijos también están siendo abusados de una forma indirecta ya que la madre no tiene la conciencia para darles la nutrición, la atención y el cariño que requieren”.
Estos niños durante su vida presentan diferentes tipos de traumas como depresión, ansiedad, desórdenes alimenticios, retraimiento social, agresividad, dificultad en el aprendizaje y estrés post traumático. “Vamos a encontrar que, a nivel social, estos niños tienen diferentes dificultades para interactuar con las personas, para crear relaciones estables y duraderas ya que se están desarrollando en un ambiente que genera constante temor y miedo y no les va a permitir desarrollar sus habilidades sociales” dijo la Dra. Viviana Barrero, experta en psicología clínica.
“Lo más triste, lo más doloroso, que se presenta en estos niños que están constantemente inmersos en un ambiente muy violento es que como ellos están en todo su proceso de desarrollo, van a empezar a adoptar algún tipo de rol de violencia, ya sea el del agresor o el del que recibe la agresión, porque lo van a empezar a ver como una reacción natural a nivel intrafamiliar y en el momento en que tengan que resolver algún tipo de dificultad lo van ha hacer a través de la violencia porque es lo único que han visto”, explicó la Dra. Barrero.
“Mi mamá no tenía quien la defendiera. Solo era yo. Entonces me paré y le pregunté a mi papá: “¿por qué usted le pegó a mi mamá?”, recuerda Milena. Su mamá, era una modista y ama de casa, una mujer muy noble, sencilla y trabajadora, “yo era la niña de sus ojos, su única hija”. Su padre era un bombero que trabajaba para una reconocida compañía en Colombia. “Yo de pequeña lo admiraba muchísimo porque lo veía como un hombre fuerte e importante”.
El no podía creer que su niña se le estaba enfrentando, recuerda Milena. “Me trató de quitar del medio para pasar y yo lo tomé del brazo y lo arañé. Ese día nos violentó a las dos, yo caí en el patio de una patada que me dio en el pecho y le dio otra a mi mamá, ahí vino la violencia de mi parte, me transformé. Yo le había prometido a mi mamá que él no la tocaba más. Algo en mi cabeza cambió y me volví un demonio. Saqué fuerzas de donde no tenía y tomé a ese hombre de 6 pies por la camisa, lo tiré contra el piso, le di golpes, lo arañé, estaba como loca con tantos recuerdos en mi memoria de todas las golpizas a mi mamá año tras año. Yo dije, este es el día de terminar con esto.
Nunca pensé en matarlo, sólo quería ponerle punto final a tanto abuso”, dijo Milena “Wow, ¿qué hice?, le falté al respeto a mi papá! le falté al respeto porque uno no le debe pegar a los padres, pero era necesario y fue necesario esa noche para que él se diera cuenta que ya no podía darle más golpes a mi mamá. Ella ya tenía quien la defendiera”, añadió. Milena, de 42 años, es madre de dos niños y cree no haber podido superar lo que vivió en su niñez.
El cerebro en estado de terror
Tras años de investigación sobre el efecto de la violencia en el cerebro de los niños, el doctor en psiquiatría y miembro principal de la Academia de Trauma en Niños de Houston Texas, Bruce Perry advierte que la exposición continua a violencia impacta el desarrollo del cerebro. Esta afirmación se basa en el estudio Adverse Child Experiences (ACEs) donde tomaron un grupo de más de 17,000 adultos y les hicieron una serie de preguntas sobre experiencias vividas antes de los 18 tales como: abuso emocional, abuso físico, abuso sexual, negligencia emocional, negligencia física, violencia familiar, separación de padres y divorcio entre otros. Después de entender estos resultados se dieron cuenta de que el cerebro, el sistema inmune, el corazón y el hígado entre otros, se ve afectado por las experiencias vividas como niño, cuando ya se es adulto.
De acuerdo con el estudio (ACEs) el estrés persistente cambia la estructura del cerebro y de las células nerviosas responsables de la comunicación y las que habilitan los niños a responder en su mundo. Esta es una neurona característica ubicada en la corteza prefrontal, que después de experimentar un estrés crónico termina mal formada, lo que resulta en menos conecciones. Este estudio también reveló “que los niños expuestos a este tipo de situaciones o que son testigo de las peleas de sus padres, están literalmente en un estado de terror y pueden enfrentarse a más problemas mentales que un niño quien fue víctima directa de abuso físico.
Igualmente, Félix Padrón, doctor en psicología y terapista mental, cita el estudio ACEs y hace un hincapié en los participantes que respondieron sí a por lo menos cuatro preguntas y se pudo deducir que estos adultos tendrían siete veces más probabilidades de cometer suicidio en el futuro, 15 por ciento más probabilidades de fumar y ocho veces más probabilidad de consumir drogas. De igual forma el doctor Félix Padrón explica cómo el niño que ha sido expuesto a la violencia tiene áreas en el cerebro que no están tan desarrolladas en comparación con el cerebro de un niño normal. “Se ve menos actividad en ciertas áreas, como las áreas del placer y del aprendizaje”, dice Padrón.
El recuento de los daños
Vilet Torrez no se explica cómo no supo que algo malo le había pasado a su mamá. La forma de actuar de su papá ese día no fue normal. Según ella, él estaba muy nervioso. Además, dice que le estuvo llamando a su mamá al celular todo el día y no contestó. “Caí en cuenta de que algo le había pasado porque era domingo y el lunes teníamos clase. Mi hermano Cid tenía tarea por hacer y mi mamá era una persona responsable,no bebía, no fumaba y siempre estaba encima de lo que mis hermanos y yo necesitábamos.”
El terror y la confusión de aquella noche en que Torrez escuchó el llanto de su padre y de lo que parecía ser un perro, la perseguirá el resto de su vida. La fiscalía concluyó que lo que la joven escuchó esa noche fueron los últimos momentos de su madre Vilet Patricia Torrez, quien murió a manos de Cid Torres, su esposo y padre de sus hijos. El cadáver de la mujer no fue encontrado, pero la corte presentó suficiente evidencia para que Cid Torrez fuera condenado a prisión de por vida.
Un reporte presentado por la ONU, basado en un estudio mundial de datos, estima que el 35 por ciento de las mujeres del mundo ha sufrido violencia física o sexual por parte de su compañero sentimental. También indica que, de las 87,000 mujeres que fueron asesinadas globalmente en el 2017, más de la mitad, un 58 por ciento, fueron matadas por sus parejas o miembros de familia.
El doctor Francesco Duberli, presidente de Survivors Pathway, fundación que brinda ayuda a las víctimas de violencia doméstica en Miami, opina que la violencia de género y doméstica no son un fenómeno de parejas como mucha gente piensa. “Ese es el gran error de la gente. Este es un fenómeno social. Este es un problema de magnitud de salud pública y como problema de salud pública le debemos dar la complejidad que se merece todos unidos como comunidad”.
Según Duberli, el tema de la violencia doméstica no es un tema tratado en las escuelas y en las universidades. “Podemos generar mejores sistemas judiciales, más dinero para las cortes, más jueces, más policías, pero esa no es la solución, lo que hay que buscar es cómo prevenirlo, cómo podemos hacer que los niños que están creciendo en hogares con violencia doméstica no repitan estos comportamientos. Nos hemos puesto a reflexionar muchísimo sobre cuáles deben ser los mecanismos para castigar y no para su prevención.”
No todas las historias tienen un final feliz
Milena recuerda cómo cada vez que había una reconciliación entre sus padres ella se ponía brava con su mamá. “Yo le decía, va a volver a pasar lo mismo otra vez. Mi papá y mi mamá tuvieron un final bastante fuerte y bastante traumático para mi como hija.” Milena había comenzado a trabajar en una heladería para ayudar con los gastos de la casa. Ese 10 de enero transcurría normal. Su mamá, quien nunca la llamaba al trabajo, se comunicó para decirle que más tarde le llevaba algo para comer. Esta fue la última vez que ella y su mamá hablaron: su mamá nunca llegó.
Cuenta que, al final de la tarde, una vecina llegó a la heladería pidiéndole ir con ella porque le tenía que decir algo. Ya afuera, la vecina le dio la noticia de que a su mamá le habían dado dos tiros. “Quedé en shock. De inmediato dije ella no está herida, la mataron y fue mi papá, yo estaba segura, él la tenía amenazada de muerte y lo cumplió (…) mi vecina decía, no digas nada, no se sabe qué pasó, pero yo estaba segura, mi corazón me lo decía. El se aprovechó de que yo estaba trabajando y seguro pensó ya no hay nadie quien la proteja”.
Lo que la policía le dijo a Milena fue que su papa citó a su mamá en un hotel, que quiso estar con ella íntimamente, que la golpeó y le disparó dos veces en la cabeza. Que después trató de quitarse la vida, pero la bala solo le rozó la oreja. La corte en Medellín lo encontró culpable y fue sentenciado a 14 años de prisión de los cuales sólo pagó seis por buen comportamiento y las rebajas que otorga el gobierno colombiano.
La luz al otro lado del túnel
Ahora Vilet Torrez se encuentra en la universidad y los fines de semana los pasa junto a sus hermanos en la casa de su abuela materna, quien es su tutora legal. El cuerpo de su madre nunca apareció. Cid Torrez sigue diciendo que Vilet Patricia Torrez se fue con otro y que algún día va a regresar. A su padre Cid Torrez no lo han vuelto a ver desde el día del juicio. “Nos ha enviado cartas, pero no le pongo mente, ya se que son mentiras, porque si de verdad nos hubiera querido no nos hubiera hecho todo esto”,dice Vilet Torrez.
Para Milena, los recuerdos de una infancia llena de dolor la siguen persiguiendo en su vida como adulta. Dice que estos recuerdos han afectado su vida como madre y las relaciones sentimentales que ha tenido. Con el padre de su hija terminó el día que, ante un discusión fuerte en el carro, le levantó la mano y le dio un golpe. Milena cuenta que, luego de ver la historia de su madre pasar frente a sus ojos, se defendió y salió corriendo de ese auto y de la relación. Está consciente de que este es un patrón que a menudo se repite por lo que, se cuida mucho de relaciones violentas.
Milena se niega a repetir lo que su madre y ella vivieron en su amada Colombia, violencia intrafamiliar que la dejó huérfana de padre y madre, ya que ella se niega a tener contacto con el hombre que le causó tanto dolor. “Han pasado muchos años y el dolor sigue ahí, mi pena sigue ahí, mi tristeza sigue ahí, yo a mis 42 años de edad siento que necesito ayuda.”
Las secuelas de la violencia doméstica son como tentáculos, penetran lo físico, lo mental y espiritual de una víctima. La doctora Barrera asegura que de este círculo de violencia se puede salir, pero es muy importante hacer una terapia de intervención familiar ya que de nada sirve abordar todas las situaciones emocionales que el niño está viviendo si no se hace un cambio a nivel familiar. “Debemos de brindarles un acompañamiento y hacer un proceso muy dedicado, muy cercano al niño para que el pueda restaurarse y hacer todos estos duelos.”
Para Katia Castellanos, directora del departamento de violencia doméstica de la ciudad de Coral Gables, lo que estos niños viven les causa un trauma terrible, específicamente a los niños que ellos mismos reportan “ya que, sienten una culpa increíble.” Su mensaje para las familias es: “La violencia que tú desarrollas hacia tu pareja le hace un daño terrible a tus hijos, cuando te entre la rabia, para y piensa en el impacto que vas a causar en la vida de este niño, aléjate de la discusión y trabaja en situaciones saludables.”
“Me cambió la vida totalmente, me cambió todo, hace falta tener a mi mamá y a mi papá”dijo Vilet Torrez.