Muere en Miami, Rosita Fornés, la última Vedette Cubana

“Todo lo que recibimos de abuela fue cariño, comprensión, amor, dedicación, complacencia, educación, consejos”. Así describe a su abuela Rosa, Javier Otero, un día después de su muerte. Lo hace invadido por los recuerdos más íntimos de una abuela que logró conciliar el calor familiar con la inmensa responsabilidad de ser la vedette más reconocida de Cuba.

Rosalía Lourdes Elisa Palet Bonavia, conocida mundialmente como Rosita Fornés, nació en Nueva York el 11 de febrero de 1923 y murió el pasado 10 de junio en la ciudad de Miami. “Vivió a plenitud 97 años, con una dignidad y una excelencia impecable,” sigue recordando Otero.

La vida de la Fornés se explica a través de todos aquellos registros artísticos que alcanzó y superó con infinitas bondades.

Actriz, cantante, bailarina, con personajes hechos a su medida y con otros donde su versatilidad y carisma desbordaban de aplausos al público y a la crítica.

Su debut lo hizo en un programa de radio para aficionados, La Corte Suprema del Arte cuando apenas era una niña en la Habana, Cuba, en 1938. Ese mismo año su rostro se estrenó en el mundo del cine con el filme Una Aventura Peligrosa, de Ramón Peón. A los 18 años de edad se estrena en el teatro con la zarzuela El asombro de Damasco, en el Teatro Principal de la Comedia.

Por esos años ya su repertorio lírico incluía varios géneros que iban desde la zarzuela hasta las operetas. Sus presentaciones en el mundo entero fueron aclamadas en el Teatro Madison de Los Ángeles, el Teatro Latino de Nueva York y en México. Para Rosita, su estancia en tierra azteca en los años 40 consagró su título de vedette.

Foto cortesia de Javier Otero.

Rodeada de puro talento, la cubana supo brillar y ganarse el reconocimiento de las estrellas más grandes del cine dorado Latinoamericano como María Félix, Jorge Negrete y Mario Moreno “Cantinflas”.

En ese país, rodó películas como No me olvides nunca, El deseo, Se acabaron las mujeres, entre otros títulos. En México también se casó con el actor y comediante mexicano Manuel Medel y junto a él fundaron la Compañía de Teatro lírico Medel-Fornés. De esa unión nació su hija Rosa María Medel Palet.

El año 1952, marca su regreso definitivo a la Habana donde además de tener su propia compañía de opereta, se presentaba en los cabarés más importantes de la ciudad.

Su vida artística en la capital gozó de grandes momentos y otros más ocasionales, pero siempre manteniéndose querida por el público que la consideraba como la mejor vedette de Cuba.

Allí conoce al cantante y actor Armando Bianchi, su gran amor. Un amor que duró 28 años, y que los hizo una de las parejas más populares del momento, no solo por la belleza y el carisma de los dos, sino porque ambos derrochaban talento.

Rosita fue una de esas estrellas que la llegada de la Revolución en 1959 no la apagó. Llegó a fundar el Teatro Lírico Nacional y logró mantener sus actuaciones a teatro lleno en todas sus presentaciones.

En momentos donde la censura, el realismo socialista y los escenarios nacionales desechaban todo aquello que no formara parte del ideario revolucionario, Rosita logró sobrevivir, y siguió dignamente usando sus vestidos de lentejuelas y sus abanicos de plumas, el último reducto de una Habana glamorosa que se iba perdiendo, para no volver jamás.

Foto cortesia de Javier Otero.

En 1984 regresaba al cine de la mano de Juan Carlos Tabío en la cinta Se Permuta. Interpretando a Gloria, uno de los personajes más queridos y populares de la cinematografía de la Isla. Luego participaría en varias producciones cinematográficas cubanas como Plácido (1986), Papeles Secundarios (1989), Las Noches de Constantinopla (2001), entre otras.

En 1996, Rosa regresa a Miami para dar un concierto que se vio empañado por el rechazo de un grupo de cubanos exiliados que intentaron sabotear el recital. A pesar del intento, la vedette logró enamorar nuevamente al público con su inmenso talento y supo entender las tribulaciones del exilio en aquella época. Tal fue así que su última presentación fue justamente en un escenario de Miami.

Foto cortesia de Javier Otero.

A pesar de todos los honores uno de sus nietos, Javier Otero prefiere recordarla así. “Fue una abuela llena de amor y cariño, ella me bautizó y siempre me lo repetía. Me llamaba casi a diario entre las 10 y las 12 del día, solo me mandaba un beso y me recordaba lo mucho que me quería”.

Mientras la familia deja un espacio para la madre, abuela, bisabuela y amiga, su público la recordará siempre como la última vedette de Cuba.

Aquella mujer fina, delicada, con porte de paloma rubia. Siempre angelical a pesar de sus siluetas criollas y exuberantes. Desprendiendo dulzor de esos labios perfectos y esa dentadura nacarada. Con su piel tan blanca, la mirada tan clara y aquella donosura propia de la mujer que nace en una isla.

La Fornés fue una mujer elegante, de voz melodiosa, una ilusión femenina que recuerda aquellas mujeres cubanas que ya no están, que recuerda aquella Habana nocturna, señorial y con clase que no está pero que vive en el encanto de haber tenido una vedette como Rosa Fornés.

Patricia Perez-Hidalgo, born in Havana, Cuba, and living in Miami since 2010. Majored in Spanish at FIU she currently works as a producer at Telemundo 51. Perez-Hidalgo is part of the Master of Science in Communication at FIU.  She also has a diploma from the Institute Ecumenical for Religious Sciences (ISECRE) located in Havana City.