Solo un país en América tiene la pena capital: Estados Unidos.
Por el onceavo año consecutivo, Estados Unidos sigue siendo el único país del continente que todavía castiga a través de la pena de muerte.
Según el estudio de la organización nacional sin fines de lucho, el Centro de Información sobre la Pena de Muerte, titulado “Injusticia duradera: la persistencia de la discriminación racial de la Pena de Muerte en los Estados Unidos”, se continúa encontrando una correlación entre la sentencia y la raza de la persona.
El estudio apunta que sistemáticamente aquellos que matan a víctimas blancas tienen muchas más probabilidades de recibir la pena de muerte que quienes matan a víctimas negras.
Este fue el caso de Clemente Aguirre, quien discutió su injusta sentencia a muerte en el panel “Derechos humanos en crisis: la ola de ejecuciones federales de Estados Unidos”, organizado por Equal Justice USA.
Aguirre, quien fue sentenciado en el 2004 por supuestamente asesinar a dos de sus vecinas de Altamonte Springs, Florida, pasó catorce años encarcelado, once de ellos en el corredor de la muerte.
Este hondureño, que vino a los Estados Unidos en el 2003 para lo que él llama “un futuro mejor”, narra cómo escapó la violencia que lo perseguía en su país natal, Honduras.
“En el año 2001 después de que alguien me apuntó a la cabeza con una AK-47, en frente de mi novia del momento y mi madre, mi madre y yo decidimos que lo mejor que podía hacer por mí mismo era escapar de esta violencia. Una semana más tarde mataron a uno de mis mejores amigos. Estuve un tiempo en Nicaragua con mi abuela pero dos meses más tarde empaqué mis cosas para venirme a los Estados Unidos”, dijo Aguirre.
El inmigrante hondureño dice que logró llegar a este país luego de una semana de viaje y a través de Río Grande, uno de los principales ríos del suroeste de la frontera con México.
Aguirre explica que inicialmente llegó a vivir con su hermana y su esposo, pero que luego de un tiempo su madre le recomendó que lo mejor para él, y por respeto a la pareja, era encontrar otro sitio donde vivir.
“Mi madre siempre me decía que las parejas casadas deberían vivir solas, mi hermana y mi cuñado. Así que le dije a mi hermana que me ayudara a conseguir otro lugar”, dijo Aguirre.
En el panel Aguirre explicó que una mañana cualquiera fue a casa de sus vecinas a pedirles una cerveza, algo que comentó que comúnmente hacía.
Al llegar a la propiedad, dice ver a sus vecinas, Cheryl Williams y Carole Bareis, apuñaladas, y que por miedo a ser deportado, no llamó a la policía.
“Imagínense un inmigrante ilegal que gastó $ 5,414 para venir a este país y casi tres meses para hacerlo… Mi preocupación era “me van a deportar” porque soy ilegal”, comenta Aguirre.
Para las autoridades, la sangre que había en Aguirre, era prueba de que fue él quien las asesinó. Aguirre explicó que la sangre se debe a que chequeó si sus vecinas seguían con vida.
“Ese día no temí que me acusaran de este doble asesinato. Era como una escena de terror de una película, sangre por todas partes. Luego vino la policía a mi casa y empezaron a acusarme de violación y de que las maté”, comenta Aguirre.
“Me dijeron que cuando los hombres latinos tienen deseos sexuales, tienen el trabajo de hacer que las mujeres digan que sí cuando dicen que no. Y dije ‘No, lo que me estás describiendo es violación’. Fui bendecido con cinco hermanas y mi madre. Entonces cuando una mujer dice que no, es no. Fui acusado y luego condenado. Pasé 10 años y medio en ese corredor, y 14 en total”, dijo Aguirre.
Aguirre explicó que las autoridades le repetían que su ADN estaba en la escena del crimen, pero que él sabía que no era cierto porque él no lo había hecho. El hondureño también dijo que las autoridades al no saber a quién pertenecía el ADN, se hacía más difícil comprobar su inocencia.
“A veces te quieres rendir. Quieres perder la esperanza después de tantos años”, comentó Aguirre.
Las investigaciones del Centro de Información sobre la Pena de Muerte muestran que, desde 1976, ha habido 1,516 penas de muerte en Estados Unidos. Desde 1973, más de 170 personas han sido liberadas del corredor de la muerte con pruebas de su inocencia, según el Centro.
También, según el Proyecto de Justicia Penal de la organización de derechos civiles, NAACP (Asociación Nacional para el Adelanto de las Personas de Color) al 1 de enero del 2020, había 2,620 personas condenadas a muerte en Estados Unidos.
Luego de 14 años, Aguirre fue liberado gracias a nuevas pruebas de ADN que evidenciaron la relación de la sangre con Samantha, la hija de Cheryl Williams, una de las víctimas, en la escena del crimen.
Florida es el estado con más exoneraciones del corredor de la muerte en los Estados Unidos, con 30 casos.
Aguirre, quien fue exonerado de la pena de muerte el 5 de noviembre del 2018, explica que no hablar inglés le dificultó mucho más su situación.
“Tu ves cualquier tipo de raza y color en los corredores de la muerte. Pero la mayoría de ellos tienen algo muy similar. Es la gente de clase baja y muy pobres que no pueden tener una buena representación, un buen abogado. Y no hablan el idioma. Para los latinos que vienen de otro país se les hace muy difícil aprender inglés y todo lo ves al revés, como si fueras disléxico”, comentó Aguirre.
Para él, no solo es importante exigir pruebas de ADN a aquellos que son sentenciados, sino que también es importante seguir con los esfuerzos por eliminar la pena de muerte en Estados Unidos, como lo busca lograr fundaciones como Witness to Innocence.
En el 2018, Clemente Aguirre se convirtió en el preso de corredor de muerte número 164 en ser exonerado en Estados Unidos.