Conversación con Ángel De Fana Serrano, ex-preso político cubano, en el día de las Mercedes

He empezado, sin intención, a escribir esto un 24 de septiembre. Desde temprano había un mensaje de mi abuela en el grupo de WhatsApp de la familia diciendo que era el día de las Mercedes. “Pidamos por Cuba y sus presos”, escribió ella. Para los católicos, la Virgen de las Mercedes es la patrona de los presos. Para los yorubas, en las Mercedes se sincretiza Obatalá. Él representa la pureza y la tranquilidad, el conocimiento y la justicia. Es creador y es juez.

Esta historia va sobre presos y otras cosas. Sobre uno específicamente, Ángel De Fana.

Bajo una lluvia torrencial llegué a “Islas Canarias”, un restaurante de comida cubana ubicado en el South West de Miami, para entrevistarlo. Ángel me estaba esperando en la puerta. Nos reconocimos y me invitó a pasar. Era la primera vez que nos veíamos, así que me presenté e iniciamos una conversación que nos transportó enseguida al lugar de nuestras nostalgias, a Cuba.

En la prisión de Boniato, en 1981, durante una visita con su madre. Foto cortesía de Ángel De Fana.

A sus 84 años, recuerda con vividez el momento en el que triunfó la Revolución cubana. Tenía 19 años. Era un joven trabajador con muchas preocupaciones políticas. Ángel simpatizaba con el proceso. Nunca fue batistiano, aunque no sufrió abusos por parte de la dictadura de Fulgencio Batista, ni él ni las personas de su entorno.

Yo esperaba un retorno a la democracia, un proceso electoral libre, la organización de los partidos, que siempre existieron, y la restauración de la Constitución de 1940. Era lo que quería la mayoría de los revolucionarios que conocí, como Huber Matos o Mario Chanes de Armas, que luchó en el Asalto al Cuartel Moncada, estuvo en el yate Granma y luego cumplió una condena de 30 años. Así, muchos otros líderes que pelearon contra Batista y que luego encontré en la prisión”, me dijo.

En el mismo año 1959, estaba decididamente en contra del proceso. Rememora una experiencia de los primeros días de Revolución, en la esquina habanera de 23 y L. Era una noche fría y él junto a un grupo de amigos, había asistido al velorio de un vecino. En una pantalla de televisión apareció la imagen de Fidel Castro en su primera participación en el programa “De la prensa”. Él, que creía románticamente en la idea que este representaba, recuerda haber visto seguidamente, cuando se dirigían a tomar la guagua, a varios rebeldes amenazantes con sus rifles y escopetas. Aquella imagen no le agradó.

En enero de 1960 comenzó a conspirar. Se unió al núcleo de acción y sabotaje del Movimiento Demócrata Martiano (MDM). Ponían explosivos y carteles. Su dirigente, Reinaldo Corrales, que había sido capitán rebelde de la lucha en La Habana, fue fusilado tiempo después, y casi todos los miembros de la organización eran antiguos oficiales del Ejército Rebelde que se oponían al proceso. Al poco tiempo de integrar el movimiento, lo nombraron Secretario de finanzas y a mediados del año 1962, Coordinador nacional.

Se escuchaba Lágrimas negras en “Islas Canarias” y habíamos pedido cada uno un café. Eran las 7 de la noche, pero en Miami, o en Cuba, nunca es lo demasiado tarde para un café. “¿Por qué no se fue de Cuba?”, no pude evitar preguntarle.

Yo nunca pensé irme”, me dijo enseguida. “Yo todavía no me quiero ir. Los que se tienen que ir son ellos”.

Ángel tuvo posibilidades de asilo político, pero en aquel momento eligió quedarse.

Una de las actividades que realizaban los miembros del MDM era desarmar milicianos. Una noche mientras lo hacían, se dio un intercambio de tiros. El miliciano murió y dos de los jóvenes resultaron heridos. Inmediatamente, comenzó una persecución a lo largo de todo el país, ampliamente publicitada en los medios de comunicación. La noticia fue primera plana al día siguiente en el periódico oficialista del momento “Revolución”, conocido hoy como “Granma”. “Su director en ese entonces, Carlos Franqui, después estaba en contra de la Revolución”, me contó.

El presidio

A los pocos días capturaron a los involucrados directamente en el hecho. A él, que pertenecía a la jefatura del MDM, para su sorpresa, no lo buscaron en ese momento. Dos meses más tarde, un 10 de septiembre de 1962, dos agentes de la Dirección de Inteligencia, DI, o G2 aparecieron en la peletería que él administraba y le pidieron que los acompañara. De allí, lo llevaron para un departamento de Seguridad del estado, donde estuvo una semana hasta que lo transportaron a un lugar cuya ubicación sigue siendo un misterio.

Hay muchas teorías sobre este sitio. Reinol Gonzalez, quien fuera dirigente sindical de la Revolución, Primer Secretario de Relaciones Internacionales de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) y luego preso político por muchos años, hoy fallecido, es autor de un libro llamado “Punto X”, en referencia a este lugar.

Ellos lo conocían como Las Cabañitas. Mientras no estuvieran en la celda, les ponían un gorro en la cabeza para que no pudieran ver. Tras intercambiar datos, han podido identificar que es un lugar en La Habana, por el tiempo que les tomaba llegar; que era en el campo, por los sonidos que escuchaban; y que debe haber sido alguna antigua mansión en la que había caballos, porque la parte donde estaban las celdas era originalmente caballerizas. En este incógnito punto de la geografía habanera, Ángel fue despojado de su ropa y sometido a constantes interrogatorios durante dos meses.

En ese tiempo, trataron de vincularlo con una sublevación ocurrida el 30 de agosto de 1962, en la que participaron militares activos, pero que terminó siendo una trampa. Decenas de personas fueron condenadas y fusiladas a raíz de este hecho. Él escuchó varios de estos fusilamientos desde su celda.

Posteriormente lo trasladaron a la prisión de La Cabaña, en la que él y todos los que estuvieron en Las Cabañitas, fueron aislados en un intento de evitar que se conociera de ese lugar. En enero del año 1963 se terminó el aislamiento y pasaron a estar con el resto de los presos.

Finalmente lo condenaron a 20 años de prisión, por su activismo en el MDM. Nunca llegaron a vincularlo con las actividades de acción y sabotaje que realizó.

Ángel hizo énfasis en el activismo que había en ese tiempo a lo largo de todo el país. En el año 1960, el principal grupo de alzados estuvo en Las Villas, en el Escambray; pero también había alzados en la Sierra Maestra, en Camagüey, Pinar del Río, Matanzas, y por supuesto en La Habana. “Yo diría, sin faltar a la realidad, que había más gente conspirando contra ellos que la que hubo alguna vez contra Batista”, dijo.

Los Plantados

En Francia, 1999, con otros Plantados: José Pujals+, Mario Chanes+ y Ernesto Díaz. Foto cortesía de Ángel De Fana.

Tras su condena es trasladado a la prisión de Isla de Pinos, llamada hoy Isla de la Juventud. Se estima que en el Reclusorio Nacional de Isla de Pinos, entre los años 1959 y 1967, hubo 15,000 presos políticos. Allí comenzó la historia de los “Plantados”, un término que no existía cuando Ángel pisó por primera vez una prisión.  

Por esos días comenzó un proceso que fue conocido como el Plan de Rehabilitación. Quienes se acogían a él, recibían clases de marxismo, debían renunciar a todo lo que hasta ese momento habían sostenido y podían trabajar. Con el tiempo, les otorgaban pases (derecho de ir a casa temporalmente), y reducían sus condenas. Intentaron “comprarlos” de muchas formas.

Al inicio, eran muy pocos los que aceptaban negociar con ellos. Después, con el paso de los años, la comprensible desesperación, la presión de los familiares, entre otros factores, muchos más lo hicieron.

Paralelamente, todos los presos fueron sometidos a un plan de trabajo forzado al que nombraron “Camilo Cienfuegos”. Uno de ellos, llamado Alfredo Izaguirre Rivas, despertó una mañana y dijo que no iba a trabajar para ellos. Alfredo “plantó” al trabajo y, como respuesta, fue llevado a las celdas de castigo, donde fue víctima de diversas torturas. Al día siguiente, “plantaron” otros dos y al poco tiempo llegaron a ser veinte. Fueron ellos los primeros Plantados, los que en acto de rebeldía se negaban a trabajar.

Tras el cierre de la prisión de Isla de Pinos los trasladaron a “Cuba”, como le dicen los residentes de la Isla de la Juventud a la mayor del archipiélago. Nuevamente en La Cabaña, este grupo decidió que no iba a trabajar más. No fueron todos, pero sí la mayoría.

“Vestíamos el uniforme del anterior Ejército de la República, que era de color caqui y se convirtió en un elemento distintivo del presidio político. Los presos comunes y los del plan de rehabilitación usaban uniformes azules. Llegado un momento, realizaron un cambio en las ropas y trataron de imponernos el azul, alegando que en Cuba no había presos políticos, algo que muchos nos negamos rotundamente a aceptar”, contó. 

A modo de protesta, permanecieron solo en ropa interior, mientras que plantados de otras cárceles fueron despojados incluso de esta, quedando completamente desnudos y expuestos al frío y las condiciones de las celdas. Esta resistencia está recogida también en las páginas de “Contra toda esperanza (1985)” de Armando Valladares, que pasó un total de 22 años en prisión. 

Así estuvieron durante un tiempo, castigados además con la privación de las visitas, el confinamiento y las torturas, hasta que hubo un cambio de ministro y les devolvieron los uniformes amarillos, que al cabo de unos años sí desaparecieron definitivamente.

Las huelgas de hambre eran otra forma de manifestación y reclamo. Los presos políticos lucharon por ser reconocidos como tal, por condiciones dignas, por la detención de los fusilamientos y por su liberación. Ángel participó en varias, algunas de 33 y 35 días. Uno de sus compañeros, se negó a trabajar el día que cumplió la condena. Como consecuencia, fue trasladado a otra prisión y encerrado junto a los presos comunes. Automáticamente, inició un ayuno en el que murió sin atención médica. La historia ha documentado 14 muertes de presos políticos por huelgas de hambre en Cuba desde 1959. Archivo Cuba recoge los datos de los fallecidos. 

Para él, a pesar de todo, el tiempo en la cárcel corrió rápido. Durante el día, trataban de mantenerse ocupados. El comité organizador del cual formaba parte, se encargaba de programar clases y conferencias. Muchos de ellos eran profesionales, estudiaban mucho y se instruían entre ellos. También hacían manualidades, practicaban juegos de mesa, contaban películas, celebraban misas.

Después de 20 años

Durante el gobierno del presidente estadounidense Jimmy Carter, en 1979, un grupo de empresarios de Miami formado por Bernardo Benes, Carlos Dascal y José Orlando Padrón, formó parte de negociaciones entre Estados Unidos y Cuba que resultaron en la excarcelación y salida del país de alrededor de  3,600 presos políticos. Desde la prisión de Combinado del Este, en La Habana, Ángel y otros plantados redactaron una carta donde decían que no aceptaban diálogo alguno con la dictadura si sus libertades iban a ser condicionadas. Él no quiso irse.

Pero, ¿por qué usted quería seguir ahí?”, le interrumpí inquieta.

Porque yo tengo que defender mis principios”, me dijo sereno.

Ángel cumplió su año número 20 de condena en la prisión de Boniato en Santiago de Cuba. Esa mañana, un oficial le hizo la pregunta que decidiría su salida o su recondena. La misma pregunta que le habían hecho durante 20 años: “¿Tú vas a trabajar?”. De haber dicho que sí, ese día hubiera abrazado nuevamente su libertad. Pero él nunca había escogido el camino fácil, si por andarlo tenía que renunciar a sus principios. “No”, le respondió al oficial.

Meses después, fue puesto en libertad con la obligación de dejar el país. Primero fue a Venezuela y luego a Estados Unidos.

No me veas como un modelo de héroe. Todos éramos así”, me dijo con humildad. “Cuando yo salí de la cárcel, mis compañeros estaban haciendo una huelga de hambre en la que yo no participé”.

¿Y no tuvo momentos de debilidad? ¿De sentirse muy mal?”, le pregunté. “Claro que los tuve. Muchas veces me sentí abandonado. Me cuestioné qué hacía allí. Seguí por mi fe y mis principios. Por la figura de José Martí, que me inspiró y me marcó desde muy joven. Y por algo más: el valor colectivo, que es distinto del valor personal. Yo he conocido gente muy valiente, pero hay un valor que te da el grupo, que se contagia de unos a otros…nosotros lo experimentamos y eso nos sostuvo.

Frente al Palacio de Diputados en Madrid, leyendo un comunicado junto a dirigentes de VOX. Foto cortesía de Ángel De Fana.

El tiempo pasaba en “Islas Canarias” y ya no podía esperar más para verbalizar la pregunta que deseaba ansiosamente hacerle desde antes de conocerlo: “¿Guarda rencor?”. Quería que su respuesta me salvara. Si Ángel De Fana no les guarda rencor, podría yo trabajar también en perdonar a tantos cubanos que de una forma u otra han sido cómplices de ese sistema.

No. El rencor te hace daño a ti”, me dijo. “Yo lo he manejado, primero, a través de la dialéctica. Esas personas, la mayoría, han sido víctimas, igual que tú y que yo. Muchos hacían lo que hacían por miedo o por adoctrinamiento. Hay asesinos y a ellos hay que juzgarlos. La justicia es necesaria. Pero no podemos construir un país con odio. Es difícil y el tiempo ayuda. Aquí en Miami, he tenido que tratar con personas que fueron muy comunistas, que apoyaron al sistema que mató a mis amigos, pero que han cambiado.

Sostiene que cultivar y preservar nuestra memoria histórica es clave. De Fana es miembro del Instituto de la Memoria Histórica Cubana contra el Totalitarismo (IMHCT), donde imparten conferencias, realizan documentales, entre otras actividades, para defender la verdad. “Porque la historia no se puede perder. Los crímenes que ellos cometieron los tiene que conocer hasta el último cubano”, dijo.

Los presos políticos en la Cuba actual

El presidio político cubano de ese entonces era reflejo de esa sociedad; así como el actual está caracterizado por su contexto. Ángel y muchos otros cubanos desde fuera intentan ayudarlos económica y moralmente.

Según el informe mensual de Prisioners Defenders, una organización sin fines de lucro (ONG) que trabaja jurídicamente para proteger y promover los derechos humanos en países gobernados por tiranías, hay en Cuba actualmente alrededor de 1,045 presos políticos. Porque hay activismo en Cuba, aunque el gobierno ha desempeñado por décadas la ardua tarea de intentar exterminarlo y desprestigiar a sus protagonistas.

Algunos de estos presos políticos, son personas que participaron en las históricas protestas del 11 de julio de 2021, un grito masivo e inusual de libertad ocurrido a lo largo de todo el país ese día. A estos condenados, se les acusó de atentar contra el orden constitucional y la estabilidad del Estado socialista, en un país en el que las concentraciones públicas no autorizadas, como muchas otras cosas, son ilegales. Se les han impuesto penas que van desde los 4 hasta los 30 años de privación de libertad.

Han pasado más de seis décadas desde aquel primero de enero de 1959. La sociedad cubana ha sufrido mucho más daño que el que dejan ver sus, alguna vez bellas, estructuras arquitectónicas. En las cárceles, siguen diluyéndose los años de miles de personas que han escogido el camino difícil en la defensa de sus principios, literalmente, a toda costa.

Si en el fondo de oscuras prisiones, a Ángel lo sostuvo su fe; la mía está en que la Virgen de Las Mercedes abrigue a estos presos políticos como una madre. Que el justo Obatalá inunde de paz sus caminos. Que sea cual sea el dios de su fe, les de fortaleza. A ellos y a Cuba, la gran presa. 

María Teresa López Rodríguez es licenciada en Ciencias de la Comunicación. Apasionada por el periodismo y las artes. Actualmente cursa la maestría de Periodismo Multimedia en Español en Florida International University