Esta ciudadela Inca, ubicada en la cordillera de los Andes, en el Noroeste de Perú, atrae anualmente a millones de personas provenientes de todas partes del mundo. Sin embargo, sus instalaciones no se encuentran diseñadas para practicar un senderismo seguro y tampoco están adaptadas para personas con discapacidades corporales.
A finales de marzo, junto al equipo de CaplinNews, decidimos aventurarnos a explorar este santuario. La travesía arrancó en Cusco, desde donde se puede abordar un bus que en dos horas nos dejó en Ollantaytambo. Allí abordamos el tren. Un recorrido al lado de montañas gigantes y del Urubamba, un río de chocolate que se abre paso feroz entre las piedras y como arrastrados por su caudal, una hora y media después estábamos en Aguascalientes, un pueblito pequeño en medio de las montañas que se alimenta principalmente del turismo.
El ingreso al histórico santuario ofrece cuatro circuitos que el visitante puede elegir. Dos de ellos incluyen escalar montañas. La Huayna Picchu, es la que se puede apreciar en la icónica foto y cuenta con una altura de 8.923 pies, y la montaña Machu Picchu, que fue la que elegimos cuenta con 10.111 pies de altura.
Sin saber con qué nos íbamos a enfrentar, arrancamos el ascenso. Según las indicaciones de los sitios web, este camino es de una exigencia física moderada y, después de firmar una libreta donde debíamos escribir nuestros nombres, nacionalidad y hora de inicio, nos despedimos de una de las encargadas del kiosco de control, quién nos dijo: “Escuchen su cuerpo, ya hemos tenido varias situaciones y no queremos más”.
Eran las 7:00 am y la niebla era densa, escalones de piedra que a medida que avanzábamos se volvían más angostos y desafiantes. Paramos varias veces para recuperar el aliento. Hacia las 9:00 am aún no llegábamos a la cima y hasta ese momento no habíamos visto ningún letrero que nos indicará cuánto nos faltaba. Eso sí, había más luz y recostados contra la superficie de la piedra, pudimos ver los abismos interminables.
A las 10:00 am, llegamos a la cima. Fue la primera vez que vimos una cuerda que delimitara la zona plana de los bordes. Esta llegaba a la altura de la rodilla. No vimos ninguna barandilla de seguridad o pasamanos durante el recorrido. Tampoco había presencia de algún funcionario o guardaparques del santuario.
Al mediodía, ya estábamos de nuevo en el punto donde habíamos iniciado. El sol pintaba las ruinas con intensidad, no escatimaba esfuerzos en hacernos sudar. Más escaleras nos esperaban de camino a la salida.
Cuando estábamos afuera le dimos un vistazo por última vez a la entrada, observando que había una rampa bastante empinada. Eso sí, la única que vimos dentro de todo el complejo arqueológico.
En el año 2016, un turista alemán perdió la vida en la cima de esta montaña al caer al vacío. En el 2021, un hombre estadounidense sufrió un mortal ataque cardíaco mientras subía la montaña Huayna Picchu. Ante estos hechos, hablamos con Cesar Miranda Pazos, un empleado del Ministerio de Cultura del Perú, en su sede de Aguascalientes. Actualmente se encarga de recaudar el dinero de las entradas a Machu Picchu.
“El tema del acceso a personas en silla de ruedas, es una queja de hace muchos años. Es complicado. Porque si una persona sana, que se puede valer por sí sola, puede prácticamente trajinar toda la zona arqueológica y eso ya es desgastante, pues es mucho más difícil para una persona con discapacidad porque prácticamente la única rampa que hay está en la entrada. Yo mismo tuve la oportunidad de subir hace tres meses y por ratos sentí la sensación de irme al abismo. De repente estaba tan concentrado que logré llegar al final. Ahora otra cosa, cuando ya estaba llegando al mirador si no me percato que había una especie de paja en el piso, me hubiera ido. Tuve suerte. Es verdad que faltan cuerdas de seguridad y de repente no lo están considerando hasta la fecha”.
El Cristo Redentor en Río de Janeiro, Brasil, es también considerada una de las maravillas del mundo moderno. Se encuentra en el cerro del Corcovado, a una altura de 2326 ft. A diferencia de Machu Picchu, cuenta con cinco maneras de poder llegar, entre ellas un tren eléctrico que tiene una tarifa inferior para personas con movilidad reducida. Por ejemplo, en la página oficial para la compra de entradas al Coliseo Romano en Italia, otra de maravilla moderna, se viene implementando una iniciativa llamada “El parque para todos” . Esta consiste en visitas guiadas para personas ciegas o sordomudas, incluye audioguías con teclado braille, y cuentan con servicio de sillas de ruedas en las entradas principales. Entonces, ¿Por qué Machu Picchu no es accesible o cuenta con programas para este segmento de la población?
“Aún nos falta mucho como sociedad para entender que la palabra accesible no necesariamente significa inclusivo. Tal vez, en el futuro más personas en sillas de ruedas puedan venir y ver las ruinas incas, algo que es digno de ver por todos, así sea una vez en la vida”, dice Miranda Pazos.