La vida análoga de los ancianos

Canta, canta, pajarito. Canta, canta tu canción” … Esta popular canción latinoamericana cobra vida una y otra vez en la voz de Mercedes Regalado. Sentada en un sillón la entona con alegría al tiempo que habla por un teléfono inalámbrico con uno de sus dos hijos: es el mayor y vive en Pensilvania, a un poco más de 1000 millas de Miami.

“Hablamos de trabajo porque él se la pasa trabajando. Hace mucho que no lo veo, pero no quiero que Fernando venga porque no quiero que tenga que manejar”, dice medio asombrada al preguntarle si no sería más feliz viendo a su familia a través de una videollamada, algo que no sabía que podía hacerse desde un celular.

Mercedes, que tiene 96 años y unos ojos tan azules como un mar en pleno verano, reside desde hace algún tiempo en un asilo. 

“Yo estoy encantada de vivir aquí, de aquí no me pueden sacar a mí. De aquí para el cielo”, comenta. 

Durante ese período, que ronda los cinco años, se ha comunicado con su familia -en gran medida- por la vía tradicional del teléfono fijo. Las llamadas diarias que recibe, casi siempre entre tres y cinco, son más que suficientes a su entender.

Ni siquiera en pandemia optó por una tecnología más avanzada con la que pudiera ver a sus seres queridos. Le bastaba con escucharlos y con las visitas a través de los ventanales del asilo. “Yo hablo con él por teléfono y ya con eso tengo”, asegura Mercedes.

“Ella le dice al hijo que no venga, que es muy lejos. Se conforma con que él la llame por teléfono, aunque no pueda verlo”, explica Gladys del Sol, una de las encargadas del asilo El renacer de Ana, fundado en 2011.

“Mi otra hija, Mayra, viene siempre a verme sábado o domingo cada semana. Ella es quien se ha encargado de todo lo mío, tenemos una relación muy bonita. Se sienta conmigo a ver televisión, aunque no hablamos mucho. ¿De qué voy a hablar si me la paso aquí metida?”, dice Mercedes, quien explica brevemente que no necesita más, que nunca aprendió a usar un celular y que ahora, “que ha vivido cantidad, más de la cuenta”, no es momento de empezar de cero porque simplemente no sabría cómo manejar “esas pantallas con mucho brillo”.

“Ya estoy muy vieja para aprender; ya es muy tarde para aprender, y de todos modos aquí me siento acompañada. Ese es mi ángel de la guardia”, dice mientras señala a Lucía Beleno, otra de las trabajadoras del hogar para ancianos.

Su reacción, sin embargo, no es algo fuera de lo común para una persona de su edad, o incluso para alguien que sea mayor de 65 años. 

Según la explicación del experto en tecnología Juan José Núñez, fundador de Vertical3 Media, “hay mucha gente mayor que le cuesta adaptarse a la tecnología y que le cuesta utilizarla” porque cuando nacieron no existía internet y la vida pasaba a un ritmo más lento.

A esto se le suma que la mayoría de la tecnología actual no se creó pensando en las necesidades de las personas mayores, para quienes puede ser un poco difícil entender el mundo táctil, recordar las diferentes aplicaciones que existen o simplemente saber cómo usar un nombre de usuario y contraseña.

“Muchas veces no son capaces de tener esa fuerza mental para poder asumir todo lo que conlleva la tecnología. Lo que para nosotros es algo completamente normal para ellos es un reto. Sería un reto aprender a conectarse a internet o cómo escribir. Y ese reto hay mucha gente mayor que no está dispuesto a asumirlo o que los pros y los contras no le compensan”, dijo.

 Mercedes Regalado y Mercedes Palenzuela en el asilo El renacer de Ana.

El caso de Mercedes no es único. En ese mismo asilo, donde hay seis ancianos bajo cuidado (uno de ellos está encamado y no cuenta con la lucidez necesaria para valerse por sí mismo), se encuentran Mercedes Palenzuela, de 94 años, y Silvia Anchia, de 77 años. Ninguna cree que sea necesario aprender a usar el celular.

“No, yo no quiero celular. A mí me lo querían regalar y todo, pero no lo acepté”, cuenta Silvia, quien habla al menos una vez al día con sus hijos y su hermano. Ella dice que está conforme con ver televisión y conversar con sus compañeras, que eso también la reconforta y la aleja de sentirse vacía y sola por estar aislada.

Para Núñez, este comportamiento “tiene sentido” porque ellos no han vivido ese mundo de la tecnología. 

“No han pasado por ese momento de tener una aplicación, de comprar a través de internet o de utilizar WhatsApp. Y cuando no utilizas esto seguramente no lo echas de menos, no sabes que esto existe, por lo cual esa parte de la vida tecnológica no les hace falta”, aseguró.

“Sin embargo, para ellos la tecnología es poder hablar por teléfono con su gente querida. Lo siguiente es a lo mejor utilizar un celular muy básico con cuatro o cinco funciones que no tenga tantas aplicaciones. A diferencia de las generaciones jóvenes, para ellos el teléfono fijo es tecnología y con eso están felices”, explicó.

A esta opinión se suma también la experta en tecnología y fundadora de Aging and Health Technology Watch, Laurie Orlov, quien durante décadas ha investigado este campo. A su entender, “si alguien es muy mayor y no está interesado en aprender sobre tecnología, aunque sea para conectarse con su familia, no hay razón para que cambie”.

Aunque Mercedes no sabe con exactitud qué es en su conjunto la tecnología, tiene una pista y cree usarla bien. 

“Yo no sé si es tecnología o cómo se llama, pero yo la uso porque, por ejemplo, hablo por teléfono con las amistades que hice años atrás cuando trabajaba en un comedor”.  

Desde el punto de vista de los estudios sociales, el acceso o no a la tecnología por parte de ancianos depende de muchos factores. 

Uno de ellos, según explicó el profesor de Historia y Sociología del Miami Dade College, Jairo R. Ledesma, “es que si una persona siempre adoptó la tecnología puede estar más dispuesta a comprenderla y probarla. Otro factor es si sus familias los exponen a la tecnología o no, ya que esto juega un papel importante”.

Cuestionado sobre si se ha dejado de lado a las generaciones más viejas al momento de hablar de tecnología y de aplicarla a la vida diaria, Ledesma dijo:

“No creo que se haya hecho a propósito. La tecnología ha cambiado demasiado rápido para que las personas mayores se pongan al día. Así que no es que fueran llevados a un lado. Es más que no los tomaron en cuenta a medida que avanzaba la tecnología”.

Coincide con ese panorama Zoe Piloto, gestora de casos en la agencia Bridge of Care -sobre todo en la ciudad de Miami, en donde residen los ancianos que atiende tanto en sus casas como en asilos- pues este sector se está enfrentando a una industria que crece demasiado rápido y que no está diseñada para ellos.

“Considero que los adultos mayores no se están beneficiando de la tecnología, lo que a su vez deriva en un vacío de comunicación que puede llevarlos a sentirse solos y, en el peor de los casos, deprimidos”, explicó.

La tecnología, la soledad y la tercera edad: una mirada de cambio

En Estados Unidos y en casi todo el mundo, el aislamiento social y la soledad en los adultos mayores constituye un problema grave de salud pública. 

Datos recopilados por el Censo 2020 arrojaron que hay 55.892.014 personas de 65 años o más y que una tercera parte de esa población está socialmente aislada, según un informe de las Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina (NASEM, por sus siglas en inglés).

Para la socióloga Neyvis Montesdeoca “hay consecuencias reales para la salud de las personas que están aisladas que son tan graves como cualquier otra enfermedad”. 

Reportes de la comunidad científica han arrojado que la soledad y el aislamiento social aumentan el riesgo de mortalidad en un 30% en este sector poblacional y existe más riesgo de experimentar desde enfermedades cardiovasculares hasta depresión y demencia.

Sin embargo, aunque es muy difícil medir la dimensión real de ambos factores, un estudio de la Organización Mundial de la Salud de 2021 revela datos impactantes: entre el 20% y el 34% de las personas mayores en China, Europa, América Latina y Estados Unidos se sienten solas. 

Varios estudios apuntan que, si bien el aislamiento social es objetivo y se detecta por la cantidad de conocidos de una persona, la soledad pasa a un plano más subjetivo en donde sienten que han perdido la compañía de alguien.

Este aislamiento se da con mayor frecuencia en este sector porque es más probable que tengan que vivir solos, estén enfermos, tengan pérdida auditiva o se vayan quedando sin familiares y amigos. Además de esto, Núñez discurre que la tecnología juega un rol importantísimo porque “permite eliminar barreras y los puede ayudar a salir de la soledad en la que en algún momento se pueden encontrar”.

Sin embargo, también considera que ha llegado muy tarde a sus vidas. 

“Hay un 23% de los mayores de 65 años que tienen problemas para conectarse a internet o bien para utilizar la tecnología, ya sea por falta de agudeza visual o por falta de movilidad”, explicó.

Un ejemplo para esta explicación es Bedella Ruiz, de 89 años. Llegó hace poco al asilo, pero tiene un poco más de soltura con los celulares, aunque utiliza “muy poco” el que su familia le dio. No es muy moderno y básicamente solo funciona para llamar y enviar mensajes.

Bedella Ruiz, de 89 años, dice que aunque tiene celular no lo utiliza, prefiere el teléfono tradicional.

“Me llaman y yo llamo, más nada. Nunca he hablado por cámara con mi familia y tampoco tengo interés en hacerlo porque vienen a visitarme”, dice. 

Al preguntarle sobre si creía que sería más feliz si tuviera esta oportunidad responde que le es “indiferente”. Ella explica que no usar el celular no interfiere en su estado de ánimo porque se siente acompañada en el asilo y que nada reemplaza el calor humano. Tampoco le preocupa la soledad porque dice no haberse sentido así.  Dice que tampoco querría aprender a usarlo ni aunque fueran al asilo a dar clases. 

“A esta edad ya no me atrevería”, comenta, porque asegura que también se sentiría un poco agobiada por no saber qué hacer o por romper el dispositivo.

Sobre esto, el experto en tecnología Núñez considera que es un tipo de defensa para no quedar expuestos o convertirse en una carga y que en muchas ocasiones pueden llegar a ponerse rebeldes “por frustración y por no demostrar que algo que tú dominas ellos no. Está también el tema del orgullo en donde muchos prefieren que sus hijos no se den cuenta de que no saben encender un celular o usarlo en general”.

Aunque desde 2014 una investigación del Pew Research Center revelaba que, además del estado de salud individual, tener conocimientos sobre tecnología era importante para lograr un mejor desempeño, un 77% de las personas mayores encuestadas en Estados Unidos dijo que necesitaría ayuda si tuvieran que aprender a utilizar un smartphone o una tableta. Además de los que ya están en internet, pero no utilizan las redes sociales, el 56% afirmó que necesitaría ayuda para conectarse con amigos y familiares.

¿Cómo comenzar a contrarrestar esto? Según los expertos, se puede partir por utilizar un celular con funciones básicas que tal vez no tengan tantas aplicaciones, siempre tomando en cuenta que el aprendizaje puede ser más lento por condiciones de salud que comienzan a aparecer cuando se llega a la adultez mayor

Algunas de estas son los dedos curtidos, que pueden volverse algo incómodos para usar las pantallas táctiles o la movilidad reducida, entre otras de carácter social como el aislamiento o el rechazo a asimilar algo nuevo. Sin dejar de contar que muchos adultos mayores sufren de enfermedades degenerativas o mentales en general.

Tener esta ventaja sería algo positivo para ellos. “Creo que serían más activos socialmente. Podrían relacionarse mucho más con nuestro mundo actual. Por ejemplo, podrían comunicarse mucho más con sus familias”, explicó Ledesma.

Esta comunicación, según también coincide Orlov, “puede permitir a algunos adultos mayores mantenerse conectados con los familiares que los han animado a utilizarlos.  Esta conexión puede mejorar el estado de ánimo y la actitud positiva. Una forma de alentarlos a acercarse a la tecnología demostrar que esto es beneficioso, por ejemplo, para encontrar información de sus familiares tales como fotos o videos en internet”.

En El renacer de Ana, en asilo que más visité para convivir con los ancianos, había una excepción. 

“Aquí la que hablaba por celular todos los días era María Luisa Rojas, cómo le gustaba, pero falleció hace poco”, explicó Gladys. “Tenía 94 años y sabía mucho de celulares”.

Durante la pandemia fue cuando más usó el celular, según explica Marta Isabel Pérez, la dueña del asilo El renacer de Ana. 

“Ella mentalmente estaba muy lúcida, lo único que no podía caminar. Un poco antes de morir tuvo un nieto que estuvo grave en el hospital y el saber usarlo fue lo que le dio una esperanza de acompañarlo, aunque fuera a través de una pantalla”.

A manera general creo que en ese período “eran bastantes felices porque por lo menos con eso se podían comunicar con sus familiares y lo más importante: verlos a través de la cámara. Pero fue solo durante el tiempo que estuvieron aislados, después regresaron a lo normal y nunca más preguntaron por los celulares para hacer videollamadas ni nada”, dice.

Adiós a la tecnología, ¿ocurre esto en más asilos en Miami?

En un mundo en donde cada día se vive más deprisa, la tecnología pasa a un primer plano, incluso para los adultos mayores, ya que, como explica Ledesma, “eventualmente todos los aspectos de su vida diaria requerirán el uso de la tecnología”.

Para la Asociación Americana de Psicología es fundamental también mirar a hacia las empresas que producen tecnología. 

Varios de sus estudios cuestionan hasta qué punto entienden a estos usuarios especiales y si son capaces de colaborar en cuestión de diseños de la interfaz y de las propias aplicaciones, ya que los adultos mayores tienen necesidades muy diferentes a las de los jóvenes.

La Organización Mundial de la Salud estimó que para 2050 más de dos mil millones de personas tendrán 60 o más años. Y Estados Unidos no es la excepción. 

En un poco más de una década habrá más personas mayores de 50 años que menores de 18 por primera vez, según proyecciones de Rodney Harrell, vicepresidente de AARP Public Policy Institute. 

En Florida, la esperanza de vida tiene una tasa aproximada de 78,9 años. Muchas de las personas que viven en casa de cuidado ya han sobrepasado este límite.

En el condado Miami-Dade hay al menos 146 residencias asistidas y 85 asilos. Después de varias llamadas telefónicas, en promedio, en la mayoría hay al menos dos o tres adultos mayores que están familiarizados con el uso de celulares y son capaces de al menos realizar una llamada.

En una entrevista telefónica con Assisted Living of Westchester, el encargado del lugar compartió que de los ocho ancianos que están ahí solo uno se desenvuelve bien y está listo para usar el celular, además de que recibe visitas semanales de sus seres queridos. Las otras siete personas no pueden acceder a la tecnología porque padecen Alzheimer. Esta enfermedad está dentro del grupo de los trastornos mentales que aíslan a las personas mayores.

En otras instalaciones como Amanecer, Baradero Retiremet Home, Miramar Senior Living, y Kendall Haven ALF ocurrió lo mismo. Algunos ancianos sabían de celulares y otros no; sin que esto hiciera una diferencia en su día a día o estado de ánimo, según compartieron las personas a cargo.  

Pérez, quien tiene más de una década de experiencia con ancianos, dice que comprende la importancia de la tecnología, aunque resalta que en altas dosis puede ser perjudicial para la mente y la salud, ya que poco a poco uno va dejando de hacer las cosas por memoria.

“Yo creo que a ellos no les gusta, se sienten más cómodos a la antigua con el teléfono, marcar. Nada de internet. Respeto los criterios, teniendo en cuenta el avance de la tecnología y de las cosas, pero para las personas mayores eso no es tan importante. En cambio, lo que sí es importante es comunicarse”, concluyó.

Y comunicarse es algo Mercedes sabe hacer muy bien. Siempre tiene a su lado el viejo teléfono con el que escucha a sus hijos. “Soy feliz con eso, no me hace falta más. Sinceramente, no necesito más”.

Geysell Cisneros graduated with a Journalism degree from the University of Havana in 2013 and shortly emigrated to the United States where she aspires to obtain her master's degree. She is interested in working with the Hispanic community and is committed to digital journalism.