Según el CDC y diversas organizaciones que realizan encuestas a nivel nacional, el suicidio es la segunda causa de muerte en jóvenes entre los 10 a 24 años. Sin embargo, dentro de esa población, los jóvenes LGBTQ corren aún más riesgo, no por su sexualidad o identidad de género, si no por los factores que surgen a su alrededor. En muchas ocasiones, estos jóvenes mantienen en silencio su sexualidad, que los puede orillar a episodios de depresión y ansiedad, y en el peor de los casos, pensamientos suicidas.
Durante este reportaje, tuve la oportunidad de entrevistar a tres personas que enfrentaron, de alguna forma u otra, el suicidio.
Ester abrió su corazón y relató la pesadilla que vivió cuando su hijo, de 13 años, decidió ponerle fin a su vida. A pesar de que ya han pasado casi 25 años desde aquel momento, Ester todavía relata con dolor la partida de su hijo. Es una herida que nunca terminó de cicatrizar, pero con el transcurrir del tiempo, ese mismo dolor la ha impulsado y motivado a ayudar a otras familias para que no pasen por lo mismo.
Nathan nunca hablo de su sexualidad con Ester, pero ella tenía un presentimiento. No fue hasta el funeral cuando otra madre se le acercó y le dijo que Nathan era víctima de “bullying” en su escuela. Si el proceso de salir del closet hoy en día todavía es complicado para muchos, imaginémonos como era en 1998.
Andy, un hombre abiertamente gay, tuvo pensamientos suicidas en dos ocasiones: a los 20 y 22 años. Él tenía miedo de que su familia no lo aceptara. Alejandre, un hombre transgénero, pensó en ponerle fin a su vida cuando era adolescente. En ese momento, el tener que ocultar su sexualidad (y después su identidad de género) lo llevó a pensar en que no había salida.
Afortunadamente, ambos buscaron ayuda profesional y su plan no se concretó.
De acuerdo a Jess Leslie, especialista de Trevor Project, los jóvenes LGBTQ tienen cuatro veces más probabilidades de intentar suicidarse que sus compañeros. De acuerdo a su última encuesta, el 45% consideró seriamente la posibilidad de suicidarse durante el último año.
La terapista Joanna Amenero explica que hay que estar muy al pendiente de cambios en el comportamiento del menor. A pesar de que las señales no parezcan obvias, es importante tener una comunicación abierta, sin tapujos, para entender que está pasando por la mente del joven.
El apoyo de un adulto puede reducir hasta en un 40% el riesgo de suicidio en un joven LGBTQ. La discriminación y el rechazo por parte de la familia y la sociedad conllevan a que estos jóvenes
piensen en acabar con su vida. Sin embargo, el acoso escolar y la intimidación a través de las redes sociales, afecta aún más a jóvenes LGBTQ si es que ellos ya cuentan con otros factores de riesgo: raza, identidad de género, estatus socio-económico, etc.
Según Franklin Romero del Departamento de Salud Mental del Condado de Los Ángeles, el simple hecho de ser LGBTQ no los pone en riesgo, si no el ambiente, la familia, la escuela, los compañeros y la comunidad en donde viven. Afortunadamente, existen recursos profesionales para evitar muertes por suicidio, como el Centro de Salud Mental Hirsh de Los Angeles y, a nivel nacional, el número 988, una línea telefónica confidencial.
En conclusión, es importante exponer este tema porque, en el pasado, los medios de comunicación lo evadían por miedo a “promover” el suicidio. Sin embargo, de acuerdo a los expertos y a quienes han pasado por esto, el quedarse callado no lleva a ningún resultado positivo; al contrario, hace que estos jóvenes sigan sufriendo en silencio.